domingo, 20 de abril de 2014

Lo del básquet es emocionante. Eternamente agradecido a todo el equipo por hacerme vibrar con este sentimiento inexplicable llamado Unión de Santa Fe. Han entrado en la historia de esta gloriosa institución.



Si hace 15 días alguien me decía que de los tres partidos contra Independiente, Defensa e Instituto íbamos a sacar 5 puntos, yo lo palmeaba en la espalda y le daba una bolsita de plástico para que la use cuando le viniese el vómito porque solamente un chupado podía gozar de tanto optimismo con un equipo que en su zaga central tiene de titular a Danilo de las lentitudes desesperantes Gerlo. ¿Y si ahora ganamos de nuevo? ¿Que pasa si en la fecha que viene gana oneeeeoooooonnn???!!! Candidatos absolutos a la corona. En la recta final nuestra cancha va a ser una hoguera. Exhumen los cuerpos de algunos ex presidentes y antes de cada partido que un grupo de encapuchados los paseen en andas alrededor del campo de juego. Después que los dejen a los costados de cada arco. Me encantaría ver la cara del arquero rival cuando entre caminando al área chica para ocupar su posición y vea dos féretros en posición vertical apoyados contra los carteles publicitarios. Pero hay que poner unos policías con escudos para que protejan los ataúdes de los pelotazos porque imagínense un tiro libre de Salchicha de esos que la pelota sale de su empeine como un misil soviético, pega en ese brillantísimo Jesucristo de bronce y el cajón se derrumba como la estatua de Sadamm Husseim. En una imagen dantesca un pibe alcanzapelotas acomodando el cadáver mientras Ricardo Porta grita desde la cabina “Una barbaridad lo que estamos viendo. A quien se le habrá ocurrido semejante idea. La locura por conseguir el ascenso ya no tiene límites.”       
Aprovecho estos fugaces minutos de libertad para rogarle a mi jefe que me saque la poronga tamaño control remoto universal de Cablevisión llamada “carga laboral” la cual a partir de este año ha colocado dolorosamente entre mis nalgas. He aquí una de las razones que conspiran contra la aparición de estas insoportables columnas. La otra es un extraño síndrome que me ha invitado a la reflexión, y cuyos efectos han provocado que tome la decisión de alejarme del fútbol, no mucho tan solo un poco, lo suficiente como para proteger mi salud psíquica y cardíaca. Una serie de sucesos deportivos me demostraron que a pesar de tener las dos pelotas como un Dodge, aún no he alcanzado un grado de madurez anímica tal que me permitan disfrutar de un partido de fútbol dentro de mis cabales. Uno de los hechos movilizadores fue el penal que erró Chacarita en el último minuto frente a Chicago condenándolo a la mismísima C. El arquero atajó la pelota y su técnico el Tano Passini salió corriendo gritando un gol inexistente, enceguecido por la desesperación de perderlo todo en un fatídico segundo. No puedo imaginarme el infierno que vivió ese tipo. Lo imagino esa noche en su casa con un tenedor cortando un raviol recalentado en el microondas, la esposa al lado haciendo bollitos con la miga del pan en sepulcral silencio. Rememoro ese penal y se me ponen los pelos de punta.
Cuando terminó el último Newells - Central, me fui a parar en una esquina de Avenida Pellegrini a escasas cuadras del Parque Independencia. Desprecio a los dos equipos, por mí que hubiese caído una bomba en el medio de la cancha exterminando a ambas parcialidades. Pero un raro impulso me llevó hacia aquella esquina, necesitaba ver lo que estaban viviendo esa gente al salir de la cancha. El silencio era inexplicable, miles y miles de personas caminando y tan solo se escuchaba el ruido de las zapatillas que raspaban el pavimento. Un aislado alarido desgarrador insultando al cielo acentuaba el dolor de todos los caminantes. Tuve que sentarme en el cordón de la vereda de tanto estupor. No debe existir cosas mas surrealista que esos minutos de caminata después de perder un clásico en tu propia cancha, tu cerebro elabora pensamientos incoherentes. Si en ese momento me someten a un estudio psiquiátrico, sin dudas que me declararían como insano mental.
Noten que mencioné dos hechos totalmente ajenos a mi querido Unión, pero pensar en la remotísima posibilidad de sufrir algo parecido me espanta. Yo creo que en el próximo clásico, en un lateral mal cobrado me defeco mis propias pantorrillas.
Con el penal que erró All Boys sobre la hora contra las inmundicias fecales se me cayeron mechones de pelos del odio. Negar que de vez en cuando miro un partido de los estiércoles sería pecar de hipócrita como aquel miembro de la guerrilla urbana de Cuba quien al entrevistarse con el Che Guevara le pidió mantener en secreto el plan revolucionario para que no se enteren los yankis. El Che le respondió “¿Así que tú te crees que podemos hacer una revolución a espaldas de los americanos? ¡Que comemierda eres!”. Por eso apelo a mi franqueza para decirte de frente a vos raza cursienta que cada gol tuyo lo sufro como una puñalada trapera, no vivo en Santa Fe y ni siquiera la distancia hace las veces de Reliverán para calmar las nauseas que me provocan los festejitos mentecatos de Osella quien llora, se mea y menstrua ante cada gol que convierte su equipo. Cuando enfocan esa tribuna llena de soretes abrazándose en un festejo, los pensamientos mas macabros y oscuros nacen de mi mente. Oh raza inmunda cuando llegará el día que un rayo divino descargue su furia eléctrica en el centro de tu corazón.


Qvuelvanlosvisitantes.

2 comentarios:

  1. que genio sos, no dejes de escribir por favor!!!! lo del Tano PAssini fue genial... jaja, es la manifestación pura. Gracias loco

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  2. Las ultimas 6 lineas describen mis sentimientos perfectamente. GENIO! muerte a la raza puta

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