Rafaela gana 3 a 0 en su cancha con la misma
facilidad que yo relajo las paredes de mi esfínter para liberar un gas mientras
estoy orinando sobre un árbol en Plaza España y miro como un travesti pasa en
motoneta tirado con gomera por la onda verde de Rivadavia. Hablando de Plaza
España, te aviso ser humano de cabellera zanahoril que para llegar a la Terminal de Ómnibus
pedile al taxista que tome por Hipólito Yrigoyen y vas a desembocar derechito en
la estación. Llevá monedas para darle al pibe que acomoda los bolsos en la
baulera del colectivo. Tus horas en esta ciudad prácticamente están contadas.
Ya ni me acuerdo lo
que se sentía al ganar un partido. Una vez mas la pelota escurriéndosele de las
yemas de sus dedos a ese energúmeno y el gritito de euforia del equipo rival.
Pero les juro que esta vez ni siquiera me dolió. Parecemos fantasmas yendo a la
cancha, nos robaron el alma. Cada vez somos mas los que nos acercamos al 15 de
abril por razones totalmente ajenas al resultado deportivo. Que cosa hermosa
estar en la cancha de Unión una tarde de verano cuando cae el sol.
Reencontrarse con amigos. Entusiasmarse con algún que otro cantito. Miren en
esta foto la cara del Viejo que marcamos con un círculo. Nuestro equipo de
asistentes analizaron la imagen y dictaminaron sin dudar que el septuagenario en
lugar de mirar a Salchicha besándose sus tatuajes festejando un gol que ni
siquiera hizo, prefirió observar boquiabierto a las nuevas promotoras de calzas
rojas que hacen pilates reformer y deben desayunar todos los días con avena y
yogurt de vainilla (hablando de yogurt Colorado yo en tu lugar iría consumiendo
los lácteos que tengas en la heladera y todos los alimentos que puedan llegar a
ponerse feos porque los minutos de tu estadía en Santa Fe se van consumiendo
cual goteo de suero conectado a las venas de una vieja internada con cursiadera
en terapia intensiva del Sanatorio San Jerónimo):
Minutos antes del
inevitable desenlace y cuando se comenzaban a revolear las remeras al ritmo del
“Ole ole ole ole ole ole olá!” yo pensé
en voz alta “Cada vez que cantamos el olé
olé olé olá, siempre nos perforaron el ojete sobre la hora”. Y cuando me di
vuelta para recordarle a uno de mis compañeros aquel partido que nos empató Ben
Hur en el minuto final (esa vez que medio equipo purgó todas sus amarillas
creyendo que la clasificación estaba asegurada y al final tuvimos que ir a
jugarnos las bolas en la última fecha contra Quilmes y Uñali puso a Rodrigo
Acosta y a Cara de Goma Weinner para reemplazar a Serrrizuela y a Pereyra
suspendidos), me di cuenta que hacía veinte minutos mi amigo sabiamente ya se
había retirado de la cancha para conseguir una buena mesa en La Capri Napole dejándome
un cartelito pegado con cinta scotch en el cemento del paravalancha aún
caliente por el sol que decía “Si ganamos
nos vamos a 10 puntos, mis testículos están muertos de risa. Yo vine a ver otra
cosa y esa persona roja con chombita a rayas horizontales sentada en el banco
de suplentes y que nos prometió un equipo súper agresivo, puso un volante
ofensivo cuando se le lesionó el 9 y faltando media hora sacó a un
mediocampista para poner un fulbá. Mentira roja. Peste roja. Caca roja el lunes
andá a Litoral Gas e iniciá los trámites para darle de baja a tu medidor de gas
porque tus días en Santa Fe ya están contados. Yo me voy a la mierda y les voy
pidiendo unos triples. Y ni se les ocurra cantar el olé olé olé olá”.
Pitazo final y nos
fuimos en silencio despacito caminando hacia La Capri. Si bien a fuerza
de bañarnos en el sufrimiento vamos de a poco conociendo el secreto de la resignación,
tampoco está tan bueno que otra vez todos los fines de semana nos vuelvan a
romper el orto sin cesar. Llegué a la esquina y le dí una palmada a mi amigo
que nos había reservado una mesa estratégica. El debate a cielo abierto ya estaba
desatado. Un rengo que miraba con ganas a un surtidor de la YPF para rociarse en nafta y
prenderse fuego para acabar con su vida tan miserable, se paró arriba de una
mesa a los gritos “Me cansó el Nene. Cavallaro
es una mierdita con botincitos. Es una caquita con canilleritas y mediecitas!”
Un mozo lo interrumpió: “Pará un poco enfermo!
ese pibe tiene talento. Si lo empezás a presionar, lo vas a terminar mandando
al mismo purgatorio donde hoy descansan los Cúder, los Urrestis, los Bolzán y
los Goicoecheas”. Y cuando los puños eran inminentes, el primer liso que
estaba helado me invitó a entredormirme con la mejilla apoyada sobre unos
palitos salados. Y tuve un sueño de lo mas extraño. Casi premonitorio….
“Jueves 9 de mayo del
2014. Son las diez de la noche y esa pizza de mierda que no llega. Encima hace
un frío de la gran cajeta, con el dólar a 13 pesos si llego a prender la estufa
la boleta del gas me va a venir con una foto de Evo Morales agarrándose las
bolas con su mano izquierda y con la otra señalándome el rostro. REEEEEEEENNN!
Timbre. Abro la puerta y al reconocer al pibe del delivery siento esa desazón
propia de ver el ocaso de alguien que alguna vez fue conocido. La misma
sensación que sentí aquella madrugada fría de invierno cuando me subí en la
esquina de San Lorenzo y Boulevard a un remiss Express y un gordito de tez
oscura, luego de recibir las coordenadas de un tugurio que prometía una noche
salvaje, giró su cuello y me dijo con sus ojos llenos de entusiasmo “vos sabes quien soy yo? Soy Eduardo
Sanchez, jugué en Unión y una tarde en el Monumental frente a River Plate agarré
la pelota con toda la superficie de mi empeine y la colgué de un ángulo. Te
juro que la platea San Martín me aplaudía de pie. Que golazo por favor, te lo
cuento y se me pone la piel de pollo, mayo de 1990, terminamos empatando 2 a 2, bla bla… partido luchado
pero de ida y vuelta… bla bla bla bla… listo nene, llegamos. San Jerónimo al 9700,
uy ¿adonde viniste? acá te van a romper tanto el orto”. Me entrega la pizza
y la visera de la gorrita roja que tapaba su rostro me confundió un poco pero al
darme el vuelto lo pude identificar perfectamente, la mitad provenzal mitad palmitos
me la había traído Perafán, era él… sin dudas. Cierro la puerta y me siento rápido
para lograr comerla tibiecita, se llega a enfriar esta bazofia y puede ser
letal como las pizzas que vendían a $ 3,00.- en aquella rotisería llamada “Top
Secret” que hace muchos años se animaron a abrir en Avenida Lopez y Planes
entre las calles Perú y Bolivia. Calientes eran un manjar, pero cuando se
enfriaban parecía que estabas comiendo sobre el culo de un equino. Prendo el
televisor y me encuentro con un primer plano de Alejandro Sabella rodeado de
micrófonos dando la lista definitiva para el mundial 2014: “… Y los delanteros son, Gonzalo Pedro
Higuaín, Sergio Ismael Abel Agüero, Leonel Edgardo Messi y con el número 23
Damián “Lanchita” Lizio. Muchísimas gracias a todos y buenas noches. Nos vemos
en la tierra del carnaval”.
Qvuelvanlosvisitantes.
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